Desde el año 2014, la ruta alimentaria de Venezuela se desdibujó por completo. Esa fue la última vez que el Instituto Nacional de Nutrición (INN) publicó cuántos alimentos hubo en existencia para la población. Desde entonces, no se sabe cuánto se importó ni cuál fue la producción nacional. Tampoco la cantidad de nutrientes que hubo disponibles ni cuántas calorías fueron a parar a los estómagos de los venezolanos.
La Hoja de Balance de Alimentos (HBA) concentra la memoria alimentaria de un país entero. En el caso de Venezuela, se nutre de la información oficial que suministran el Ministerio de Agricultura y Tierras y el Ministerio de Comercio Exterior, pero es elaborado por el INN.
Entre 1995 y 2003, la HBA también se alimentó de la colaboración entre el INN y el Centro de Estudios de Investigaciones Agroalimentarias (Ciaal) de la Universidad de los Andes, que estuvo a cargo de la elaboración del reporte para ese período. A principios del milenio, el Gobierno del entonces presidente Hugo Chávez puso punto y final a esa alianza y reservó la realización de la hoja a los funcionarios ministeriales.
El último dato que reveló la HBA fue que la disponibilidad de energía alimentaria llegó a 2.649 calorías/persona/día en 2014, el número más bajo registrado desde el año 2008.
La cifra muestra el descenso progresivo en el consumo calórico que tuvieron los venezolanos a partir de 2010, cuando la ingesta de energía alimentaria alcanzó un pico y llegó a 2.866 calorías/persona/día. También revela cómo durante seis años el número fue decreciendo hasta acercarse a 2.300, el consumo mínimo fijado por el INN.
Pese a la ruptura de la alianza con el Ejecutivo, el Ciaal siguió elaborando la HBA y sus cálculos descubren la crisis que el Gobierno se rehúsa a divulgar. Para el año 2015, estima el centro de estudios de la ULA, el consumo siguió en picada y quedó al margen del mínimo establecido por el INN tras ubicarse en 2.397 calorías/persona/día.
Los dos años siguientes la ingesta siguió desplomándose y para 2017 se situó en 1.733 calorías/persona/día según los cálculos del Ciaal. La cifra está 33 puntos porcentuales por debajo del consumo calórico mínimo y representa una caída de 53% en relación con la ingesta del año 2014.
El Ciaal aún no posee cálculos sobre el consumo de kilocalorías para el año 2018. Sin embargo, las estimaciones del fundador del centro de estudios no son nada alentadoras.
“El consumo por habitante de este 2018 debe estar por debajo de lo que registramos el año pasado porque el poder adquisitivo de los venezolanos ha seguido disminuyendo”, explicó Alejandro Gutiérrez, director fundador del Ciaal. “La harina precocida es el principal aporte de energía de la población. También están el aceite, la azúcar. Todos son productos a los que difícilmente se puede acceder porque no se consiguen”.
La desaparición de la HBA coincide con la caída de la producción nacional y de las importaciones, dos de las cifras clave para la elaboración de la hoja.
Sin embargo, para el director del Ciaal la censura no data de 2014 únicamente, sino de mucho antes, cuando el Estado aún divulgaba cifras pero “adulteradas”.
“A partir del año 2009 el Gobierno empezó a mentir y a sobreestimar los datos de producción. Ahí es cuando se evidencian los negocios con la sobrefacturación, la pérdida de toneladas alimentos (como el caso Pdval) y el desvío de productos a otros países. Todo eso quedó registrado como importaciones venezolanas, pero nunca fueron a parar a los platos de la población”, indica.
Gutiérrez dice que con esas mismas “estadísticas viciadas” —y lejanas de las cifras suministradas por productores ganaderos, agropecuarios y cámaras de comercio—, el Estado venezolano construyó los balances alimentarios del país e, incluso, recibió un premio de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO, por sus siglas en inglés).
La ruta de la alimentación en Venezuela es actualmente una incógnita. A partir de la HBA se diseñaban programas de ayuda nutricional, se planificaban subsidios y se gestaba la política alimentaria de todo un país. Ese camino se ha ido desvaneciendo mientras a la población se le agrava el hambre.
“Nuestras estimaciones revelan que estamos en una situación de insuficiencia alimentaria muy crítica, muy por debajo de los requerimientos. Y la cosa no es peor porque hay remesas”, finaliza el fundado del centro de estudios de la ULA.
Dos premios, múltiples estadísticas adulteradas
No uno, sino dos reconocimientos llegó a recibir Venezuela en materia de alimentación. El primero fue por reducir a la mitad el porcentaje y el número de personas con hambre antes de 2015, fecha límite para el cumplimiento de las Metas del Milenio promovidas por las Naciones Unidas. El premio de FAO fue otorgado en 2013 y por adelantado, pues el país alcanzó la meta dos años antes.
El segundo reconocimiento fue por contar con una red pública de abastecimiento en todo el país con la red de Abastos Bicentenarios y Mercal. Según la información suministrada por el Gobierno a FAO, Venezuela llegó a poseer 22 mil de estos puntos de expendio de alimentos.
Sin embargo, desde 2012 el Observatorio Venezolano de la Salud (OVS) denuncia que ambos premios otorgados por la agencia de las Naciones Unidas fueron fraudulentos.
“Para ese año Venezuela tenía una crisis de instalación lenta que derivaría en lo que estamos viendo ahora. Nosotros alertamos que íbamos a pasar hambre, pero nadie nos creyó”, relata Marianella Herrera, médico nutriólogo y directora del OVS.
En ese momento, explica Herrera, los investigadores empezaron a notar el deterioro del sistema de producción y la disminución en la ingesta de algunos alimentos, como la leche.
“En el país había mucha obesidad y se decía que era porque la gente comía mal o tomaba bebidas azucaradas. No se daban cuenta de que era una obesidad asociada a la pobreza y a la inseguridad alimentaria”, afirma. “Cuando llegamos al momento en el que las calorías se hicieron insuficientes, pasamos del hambre oculta al hambre evidente”.
Seis años después de otorgar premios en materia alimentaria, en su último informe titulado Panorama de la seguridad alimentaria y nutricional en América Latina y el Caribe (publicado en noviembre de 2018), FAO alerta que para el trienio 2015-2017 Venezuela llegó a 3,7 millones de personas subalimentadas. Es decir, que no hay suficientes alimentos disponibles para un número de la población.
Esta cifra ubica a Venezuela como el segundo país de la región con más hambre, solo después de Haití, y el reporte advierte que el retroceso de América Latina y el Caribe en materia alimentaria para 2018 se debió al caso venezolano.
“En sus reportes previos al de 2018, FAO siempre se mostró muy tímido con respecto a la situación en Venezuela, pero ahora la crisis es evidente”, agrega la directora de la OVS. “Llegó la hora de que la agencia de las Naciones Unidas revise los criterios para entregar estas evaluaciones y reconocimientos. No solo FAO, sino todos los organismos internacionales”, urge Herrera.