Venezuela se convirtió en país de cifras extraoficiales. Un país donde las autoridades guardan con recelo los datos vitales de la población, donde las estadísticas se ocultan y la opacidad se impone hasta desestructurar la institucionalidad, para dar paso a organismos divorciados de la rigurosidad, y donde la Constitución es letra muerta. El Banco Central de Venezuela y el Instituto Nacional de Estadísticas son expresión de ese país opaco.
Estos últimos 20 años han sido de balances verbales, de cifras sueltas en cadenas nacionales de radio y televisión, de números oficiales que no corresponden con la realidad o se “adecúan” a metodologías dudosas.
Tras un control de epidemias, que fue referencia en la región, reaparecieron varias de esas enfermedades. La malaria, la difteria, el sarampión y el VIH cobran vidas, pero los venezolanos solo conocen aproximaciones a través de registros de prensa, ONG, organismos internacionales, mientras el Ministerio de Salud calla.
Ni las demandas ante el Tribunal Supremo de Justicia (TSJ) han servido para obligar a las autoridades a cumplir con su obligación constitucional a informar sobre estadísticas básicas. La opacidad es la regla de oro para el Gobierno de Nicolás Maduro, pero empezó con la admistración de Hugo Chávez.
Efecto Cocuyo documenta con este especial Venezuela sin datos cómo, dónde y cuándo se le torció el brazo a la información y las consecuencias del ocultamiento de los números en la vida de los venezolanos.
En siete capítulos: Economía, Salud, Educación, Alimentación, Seguridad, Cambio climático e Infraestructura mostramos los efectos de la política de desinformación que priva en el país.
En Venezuela sin datos presentamos cómo se diluyeron los balances, las memorias y cuentas, el boletín epidemiológico nacional, el índice nacional de precios e incluso la inexistencia de los efectos de la huella ecológica, las emisiones de gases de efecto invernadero o saber el número de docentes que abandonaron las aulas en el país.