Uno de los documentos requeridos para cumplir con los compromisos internacionales ante el cambio climático son las Comunicaciones Nacionales. Estas determinan e informan las emisiones de gases contaminantes por cada área y sector del país, los posibles impactos estimados y las acciones recomendadas para adaptarse y mitigarlos. Sin embargo, al contrario de la mayoría de los países de la región, que van por la quinta o sexta, Venezuela sólo ha publicado dos con retrasos estadísticos: la primera en 2005 con datos de 1999 y la segunda en noviembre de 2017 con estadísticas disponibles para 2010.
En ambas, se advierte de los impactos más importantes sobre el país: menores lluvias en la zona norte-costera y llanera y mayores al sur del Orinoco. Esto implicaría menores rendimientos agrícolas, mayores dificultades para proveer agua a las poblaciones más grandes y aumento de enfermedades tropicales.
Pero además, se advierte de un proceso inevitable y sobre el que hay que tomar medidas urgentes: el hundimiento de poblaciones costeras por el aumento de al menos medio metro del nivel del mar para el 2100, pero con los primeros impactos para 2030. Las comunidades más afectadas serían Chichiriviche de la Costa, Tucacas, Higuerote, Puerto La Cruz, Porlamar, la mayoría de Delta Amacuro, así como Lagunillas, costas de La Guajira y terrenos bajos de Falcón, Aragua, Carabobo, Vargas, Miranda, Anzoátegui y Sucre. Pero desde 1999 se advierte que el puerto de Guanta quedará bajo las aguas.
El documento oficial en sus escenarios más optimistas para 2050 refiere importantes efectos sobre la biodiversidad marina, el paisaje costero y la infraestructura de servicios del país, impactando la pesca, el turismo y la economía del área más poblada del país.
Desactualizada y fuera de foco
Alejandro Luy, director de la ONG Tierra Viva, se pregunta sobre la validez del reciente documento, así como por la variación durante los años no reportados. “Para el Inventario de Gases de Efecto Invernadero (GEI), se cuentan los grandes emisores: petróleo y electricidad, pero además hay que incluir las pérdidas por la deforestación. ¿Cuánto estará reflejado de la realidad en esos datos hasta esa fecha? Evidentemente es una fotografía desactualizada y fuera de foco. Las recomendaciones podrían no poder aplicarse”.
Subraya que pasaron 12 años para publicar la Segunda Comunicación, y aumentó la diferencia entre la publicación y los datos usados de seis a siete años. “Tiene poquísimos autores y no invitaron a las ONG a la presentación. Eso dice mucho de la manera cómo se elaboró”, enfatiza.
Emisiones totales – Fuente: Primera Comunicación Nacional (2005)
Peor que la salud
La falta de información y opacidad en cambio climático son aún más intensas que con la salud, considera el educador ambiental Alejandro Álvarez Iragorry. Esto se debe a un “abandono total de políticas públicas, que desde Copenhague –reunión sobre de la ONU sobre esta materia y conocida como la COP 21- se convirtió en algo meramente declarativo. Había que decir cosas, anuncios. Hablamos de un tema científico muy importante que no ha llevado a políticas públicas de ningún tipo”.
Esta escasez de medidas oficiales incluye el acoso presupuestario a las universidades, señala el profesor. “Los muy poco expertos muy especializados en agronomía o biodiversidad aplicada, meteorología o hidrología no tienen recursos. Y de éstos, cuántos se dedican a temas sociales es casi cero. Así que no hay nada sobre qué debemos y podemos hacer los ciudadanos para adaptarnos o mitigarlo”.
Esta diáspora ha maltratado también al Foro Venezolano de Educación Ambiental (Fovea) del cual Álvarez fue directivo. “Éramos reducidos y terminé yo solo”. La pobreza será otro factor de mayor vulnerabilidad social. “¿Cuántas personas podrán comprar un aire acondicionado los próximos años en un país empobrecido y más caliente?”.
Irrespetuoso e inauditable
El biólogo Carlos Pélaez, director de educación de la ONG Provita y del programa “Yo Cambio” sobre Cambio Climático recuerda como “extremadamente ideológica y propagandística” la introducción del documento oficial publicado en 2017. Para el científico no hay transparencia en cómo la referencia que hace el texto de todos los programas y misiones sociales del gobierno serían parte del esfuerzo climático del gobierno. “Por ejemplo, no explica cómo es que aseguran que hay un diseño climático en Misión Vivienda o en la producción de alimentos. No se lee de forma transparente cómo esas casas y apartamentos estén adaptadas a las variaciones climáticas”. Del texto, que considera que no puede tomarse en serio, sólo puede desprenderse la duda o la falta de posible auditoría a las cifras o las aseveraciones. “Además, hay muy poca gente convocada, no hay referencia a estudios independientes necesarios por falta de gestión pública ni consulta a la comunidad científica, se hizo con demasiado secretismo”, opina.
El experto advierte que cada centímetro de subida del mar implica varios metros de línea de playa, que cada vez las olas erosionan más arena y reducen su tamaño, como ha observado en las costas de Aragua. “Después del petróleo, lo más valioso que tiene Venezuela son sus playas, no es ser puro bochinche, es un tema de identidad y de impacto económico. Esta subida sería un impacto más grande, inminente e importante para todas las poblaciones costeras del país que la pérdida de Delta Amacuro”. Y concluye que no hay política pública posible en un documento basado en datos obsoletos, poco fiables o meramente falseados. “Finalmente no se toman acciones al respecto”.