A Yuleida Subero le tomó una semana saber que su hermana Yuleidy tenía malaria. No entendía por qué la adolescente de 17 años se retorcía de la calentura y de la tembladera todos los días a la misma hora, como si dentro de su cuerpo hubiera un reloj suizo. Cuando llegaban las cuatro de la tarde, Yuleidy volvía a prenderse en fiebre.
—Hija, para mí eso es paludismo— decía la madre a Yuleida vía telefónica, desde su casa en el poblado en la vía hacia Upata, estado Bolívar.
Por primera vez en los tres años que tiene viviendo en Caracas, Yuleida viajó en septiembre de 2018 a Bolívar para visitar a su familia. En el viaje decidió traerse a la capital a su hermana menor, con síndrome de down. Lo hizo para que la adolescente pudiera continuar cursando sus estudios en Caracas y para darle más holgura económica a sus padres.
Yuleida tiene 25 años, pero vivió hasta los 22 en el estado ubicado al sur del país. Cuando su hermana se enfermó, no supo detectar los síntomas ni a dónde acudir a practicarle los exámenes para confirmar la malaria. Confiesa que no sabía que en su tierra natal había una epidemia, ni que debía viajar con ropas que le cubrieran las extremidades y que fueran de color claro. Tampoco que debía usar repelente para ahuyentar al mosquito anopheles, vector que transmite la enfermedad, ni que era mejor resguardarse en casa durante el alba y el atardecer, horas en las que suele picar el zancudo.
Nunca ha padecido malaria, pero en los últimos tres años el mosquito anopheles ha picado a la abuela y a los otros dos hermanos de Yuleida que residen en Bolívar.
—Yo ya no vuelvo a viajar para allá. Esa epidemia está fuera de control y no hay nadie que diga lo que está pasando— dice.
Es 12 de noviembre y Yuleidy asiste a su segunda consulta en el Centro de Estudios para la Malaria, ubicado en la Universidad Central de Venezuela. Solo en los primeros tres meses de 2018, el centro atendió 966 pacientes con malaria provenientes de distintos estados del país. El número de casos registrados apenas durante el primer trimestre del año representa más de la mitad del total de casos que hubo durante todo 2017.
En 2017 Venezuela se consagró como el país con el mayor incremento de malaria, pese a haber sido el primero en el mundo en controlar la enfermedad 56 años antes, en 1961. Para 2017, la Organización Mundial de la Salud (OMS) estima que se registraron al menos 406.000 casos.
Los únicos números que se conocen sobre la proliferación de casos de malaria en Venezuela han sido divulgados por la OMS, organismo adscrito a las Naciones Unidas que recibe información suministrada por el Estado.
En su último reporte, con fecha del 19 de noviembre de 2018, la OMS advirtió que Venezuela concentró más de 50% de los casos de malaria de la región para el año pasado y precisó que fue el único país de América Latina y el Caribe que superó las 300 mil infecciones.
Meses antes, el organismo alertó que Venezuela registró en 2017 el mayor incremento de casos de malaria en el mundo. Aunque oficialmente Venezuela reportó 245 mil infecciones y una muerte en todo 2016, según los cálculos de la OMS se estima que para ese año el número de contagios superó los 300 mil y el de decesos alcanzó los 280.
Otras cifras, como las que maneja el Centro de Estudios para la Malaria de la UCV, son llevadas a pulso por los médicos que aún permanecen en las instituciones sanitarias públicas y que permiten echar apenas un vistazo a la magnitud de la crisis de salud.
El coordinador del Centro de Estudios para la Malaria, el doctor Óscar Noya, alerta sobre la existencia de subregistros de la enfermedad y estima que solo en 2017 se produjeron alrededor de dos millones de infecciones.
La malaria es una de las enfermedades de notificación obligatoria que deben reportarse en el boletín epidemiológico emitido por el Ministerio de Salud. La última vez que el despacho publicó el reporte fue en mayo 2017; sin embargo, la data correspondía al año 2016.
El boletín detalla que hubo un incremento de 76% en los casos de malaria durante 2016. Para 2015, los registros dan cuenta de 136.402 personas infectadas por el parásito plasmodium. El año siguiente, ese número ascendió a 240.613 casos.
Esa fue la última cifra que divulgó el Estado sobre la malaria.
Un legado de 80 años que desaparece
Este 2018 el boletín epidemiológico cumplió 80 años de su creación. Sin embargo, también cumplió un año y medio desde la última vez que se difundió, la ausencia más prolongada que su interrupción empezó en 2007.
En 1938 el doctor Darío Curiel Sánchez creó el boletín epidemiológico, apenas dos años después de haberse fundado el entonces Ministerio de Sanidad y Asistencial Social. Fue el primero en su tipo en todo el continente americano.
Pese a que la publicación semanal llegó a recoger la data del comportamiento de más de 70 enfermedades de notificación obligatoria en el país, una de las estadísticas con las que se estrenó el boletín fue sobre malaria.
“El sistema de salud se organizó desde esa época para producir un boletín epidemiológico con los casos de malaria. Se utilizó durante décadas para conocer dónde se necesitaban más servicios y más personal”, explica Marino González, médico y profesor de políticas públicas de la Universidad Simón Bolívar.
El también miembro de la Academia de Medicina precisa que un año antes de la creación del boletín, a partir de 1937, el ministerio empezó a sistematizar la información en materia de salud. En principio, la publicación documentaba los reportes de malaria que recibía de distintos centros asistenciales en todo el país. Después, se incorporó progresivamente la data de otras enfermedades, como dengue o leishmaniasis.
Desapareció el boletín y reaparecieron las epidemias. Para González, la ausencia de datos no permite conocer qué le ocurre a la población ni cuáles son sus problemas. También dificulta el diseño de políticas públicas efectivas. Esto se traduce en lo que, calcula, es un retroceso de entre 50 y 60 años en el control de la malaria en Venezuela.
“Hace 60 años Venezuela tenía el mejor sistema de información de la salud en el mundo. Eso ocurrió en la década de los 60. En el año 1962 el país empezó a suministrarle información sanitaria a la Organización Mundial de la Salud y a la Organización Panamericana de la Salud”, recuerda González.
Sin embargo, en 2007 comenzó la censura epidemiológica. Esa fue la primera vez que se atrasó la publicación del boletín.
El retraso se produjo bajo la gestión de Jesús Mantilla en el Ministerio de Salud y durante el mandato del presidente Hugo Chávez. Mantilla, coronel del Ejército que venía de la presidencia del Instituto Venezolano de los Seguros Sociales, fue el primer ministro militar en un despacho que por tradición y méritos había sido ocupado por médicos.
Su llegada marcó un precedente y, durante los siguientes tres años a su nombramiento, los titulares de la cartera de salud vistieron uniforme militar en lugar de llevar batas blancas.
En el primer año de Mantilla, el Ministerio de Salud adeudó el boletín epidemiológico durante 20 semanas. Desde agosto de 2017 hasta la segunda semana de diciembre de ese año, la información del país en materia sanitaria permaneció oculta por las autoridades. Para ese momento, Venezuela atravesaba una epidemia de parotiditis.
Para este 10 de diciembre, el Ministerio de Salud debe 102 semanas del boletín epidemiológico.